1.- Abandonar el modelo de desarrollo centrado en el crecimiento agregado del Producto Interior Bruto, diferenciando los sectores productivos que pueden crecer y necesitan inversión (por ejemplo, sectores públicos esenciales como energía, educación, salud y materiales sostenibles), de otros sectores que han de decrecer a causa de su insostenibilidad, especialmente los asociados al uso de los combustibles de origen fósil o nuclear, minería y bienes de consumo no esencial.
2.- Priorizar la proximidad y materializarla, favoreciendo las cadenas de subministro cortas. Por ejemplo, la generación distribuida o descentralizada de energía eléctrica es una parte fundamental para la sostenibilidad medioambiental. Consiste en la generación de energía eléctrica mediante muchas pequeñas fuentes de generación que se instalan cerca de los puntos de consumo.
3.- Abandonar las energía fósiles y fomentar una transición rápida y justa hacia las energías íntegramente renovables, que permitan el aprovechamiento de un bien común, como es la energía solar o eólica de manera que la riqueza generada al aprovecharla, transformarla y utilizarla repercuta en el bienestar de toda la sociedad y, especialmente, de las personas que viven en los territorios cercanos a los aprovechamientos y, que en ningún caso, el aprovechamiento de la energía se haga con los criterios de la economía extractivista que ha practicado el productivismo. Se ha de fomentar e incentivar la reutilización mediante la restauración y reparación de bienes ya producidos.